"Dicen que un optimista es un pesimista desinformado. O que un pesimista es un optimista con experiencia. No se muy bien cual de las dos versiones es la más usada o la cierta. Hace muy poco tiempo decidí militar en las filas del optimismo. Yo, que no tengo partido político, religión, ni siquiera se si soy de centro o izquierda, apocalíptica o integrada, moderna o posmoderna, tengo una certeza: soy decididamente OPTIMISTA.
Y digo decididamente porque fué una decisión. O una opción o una elección.
Ser optimista no es ser un boludo alegre, no es "no enterarse de nada", no es andar riendo por que sí. Según mi concepción (poco original por cierto) es una actitud frente a la vida. No se si fué la terapia, los libros de autoayuda o qué, pero mi vida es mejor desde que cambié mi actitud frente a ella.
¿Dejaron de pasarme cosas malas y ya no tengo problemas? NO.
Defino mi optimismo como la firme convicción de que voy a tener las fuerzas para afrontar lo malo que la vida me presente; pero también a la capacidad de disfrutar las cosas buenas que me sucedan.
Me siguen doliendo las mismas cosas, lloro cuando estoy triste, me enojo, peleo, me quejo y protesto, como siempre. Pero me sacudo la tristeza de la misma forma que un perro se sacude el agua después de mojarse. No siempre tengo las mismas fuerzas, no siempre la misma actitud, pero es un estado al que vuelvo naturalmente, después de cualquier tormenta.
Ser optimista no es ser conformista y aceptar mansamente lo que nos pasa con una mueca de satisfacción fingida. No es soportar la desgracia con resignación y poner la otra mejilla. Es practicar la fuerza para torcer mi destino, es creer que "si puedo", es soñar para hacer y desear para realizar, es levantarme todos los días y creer, simplemente creer".
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